Aunque en los últimos años han sido creados varios robots inspirados en animales, pocos son tan pequeños como el Robobee de Harvard. Este insecto robótico forma parte de un proyecto en el que se ha estado trabajando desde hace años, pero los investigadores del Instituto Wyss de Ingeniería Inspirada Biológicamente han logrado recientemente un importante avance: vuelo controlado.
Utilizando nuevos procesos de fabricación y diseño, el equipo ha logrado mantener el insecto del tamaño de una moneda en el aire, mediante el control independiente de las alas del robot con actuadores piezoeléctricos y un preciso sistema de control.
“Esto es lo que he estado tratando de hacer literalmente durante los últimos 12 años”, explica Robert J Wood, profesor de Ingeniería y Ciencias Aplicadas en Charles River. “Ahora que tenemos esta plataforma única, hay decenas de pruebas que estamos empezando a hacer, incluyendo maniobras de control más agresivas y el aterrizaje”.
Sin embargo, todavía queda mucho más por hacer. La pequeña máquina aún requiere un cable para la energía y el control, y los investigadores todavía están estudiando la naturaleza para determinar cómo hacen los insectos para volar con viento y otros elementos. En el futuro, el equipo espera equipar al Robobee con baterías ligeras, un sistema de control interno y un chasis más ligero, aunque por ahora están satisfechos con haber logrado dirigirlo en varias direcciones.
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Tenía uno de esos cuchillos del milenio pasado, que bien afilados podían usarse para afeifar (navajas les llamaban) y como cada día abría ligeramente la boca mientras se rasuraba debajo de la nariz, enfrente del espejo multipantalla.
El ruido del insecto y su rápido vuelo en la pantalla de la izquierda no inducían a sospechar nada. Con la ventana abierta el antisistema quería demostrar que el climatizador no era necesario aunque tuviera que sufrir la molestia de algún pequeño insecto, valía la pena. En ocasiones los pequeños robots polinizadores se extraviaban; eran necesarios, porque las abejas se habían extinguido por culpa de los pesticidas nicotinoides, dos siglos atrás. Ahora intentaba averiguar como se fabricaba un espejo, le habían dicho que se usaba la plata, y lo iba a hacer él mismo.
Aunque lo sabía, no le dió tiempo a pensarlo, el insecto era un kildronbot y se introdujo en su boca, si llegaba al estómago liberaría su carga de veneno asesino, por lo que aspiró con fuerza para inhalarlo. El cosquilleo de las minúsculas alas provocaron un violento ataque de tos , y sus pulmones expulsaron al intruso que impactó contra la pantalla-espejo, haciéndose mil pedazos y esparciendo pequeñas microgotitas del veneno que le hubiera costado la vida. Inhaló, acto seguido algo de colutorio, con el fin de provocarse mas tos, y asegurarse de que ni una pequeña porción del veneno había quedado dentro de si.
Y mientras gruesos lagrimones, provocados por la tos, resbalaban por sus mejillas, el líder antisistema llegó a la conclusión de que el gobierno lo había intentado de nuevo.